Frente a la Alhambra
Frente a la Alhambra "La Sabika es una corona sobre la frente de Granada, en la que querrían incrustarse los astros. Y la Alhambra (-¡Dios...leer más →
Llámase Albayzín al monte habitado desde tiempos remotos sobre la última plataforma del Cerro de San Miguel, en el norte de la ciudad.
El curso del Río Darro que lo delimita en su parte baja por el Este, lo separa de la vecina colina de la Sabika donde se alza la Alhambra. Pegada a la antigua muralla de Granada, su cuesta de Alhacaba, lo inicia por el noroeste. Y su barranco-cuesta del Chapiz lo une a un barrio de cuevas y cantes que se llama Sacromonte. Pero no es sólo un lugar, fue la primera Granada y sigue siendo parte esencial y el mejor libro vivo de su historia. Tampoco es un barrio pintoresco más; es en si mismo una ciudad, una ciudad májica.
Así es, mirándose en la Alhambra como un espejo o buscando su reflejo en el llano fértil que son la ciudad baja y la Vega, el Albayzín es un invento medio humano medio divino de convivencia y creación, una síntesis de naturaleza y espíritu. Tal vez porque es un otero privilegiado protegido por altas cumbres y vestido de un entramado de calles laberínticas de apiñadas casas blancas, anudadas por pequeñas plazas y decoradas por muchas torres de ladrillo y campana. O tal vez porque reúne dentro de tan poco espacio tanto arte del vivir , como sus muchos cármenes (combinación de casa y huerto, que han sido evocados en la literatura y la historia como auténticos jardines de Babilonia), la armoniosa vertebración de barrios en torno a los templos; la abundancia de plazas (como Plaza Larga, Aliatar, San Miguel), miradores (San Cristóbal, San Nicolás, Cruz de la Rauda…) y rincones apacibles y sensuales; y el increíble sistema de hacer llegar esa sangre de la vida que es el agua a cada rincón, trayéndola desde las sierras calizas de la Alfaguara y Huétor, y dirigiéndola mediante acequias como la famosa Aynadamar, a llenar uno a uno sus 28 aljibes públicos y tantos otros privados.
El Albayzín siempre fue una ciudadela, síntesis de muchos barrios o parroquias (doce eran en el siglo XVI: San José, San Pedro, San Juan de los Reyes, San Miguel…), culturas y creencias, y lo sigue siendo.
Dentro de él se dan cita la belleza y las ideas, se reconcilia la historia y se hace vecino eterno el viajero. Con sus restos de muralla, puertas principales, plazas, viejos palacios, iglesias, casas principales y humildes, fuentes y aljibes, cármenes incitadores de codicia… el albayzinero solo baja por gusto a la ciudad, porque aquí tiene de todo, y el cielo está más cerca, y le protegen las montañas y le acompañan los compases y la danza del barrio gitano del Sacromonte, y cuando está triste o le acosan los asuntos mundanos, va a cualquiera de sus mil miradores, perfumados, según la estación, de glicinias, jazmines, limoneros de luna, madreselvas… y recupera su calma y encuentra otra vez su sitio en esta síntesis de la Creación que se llama Albayzín.
Nuestro hotel en Granada, una casa-palacete del XVI en el barrio nazarí de Axaris, sobre los confínes del Albayzin en el valle del Río Darro, se siente otro habitante, de piedra y corazón, de este Albayzín, privilegiado por pertenecerle y honrado en poder contribuirle con su quehacer hospitalario, como decía Juan Ramón en El Regante granadí , vocativo y gustoso.
La colina donde se asienta este ancestral barrio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, acogió al más antiguo poblamiento de la ciudad de Granada (s.VII a.c.), de origen íbero. A los íberos seguiría la romanización del lugar con la fundación de la acrópolis Municipium Florentimum Iliberritanum . Sin embargo, será en el siglo XI cuando el monte del Albayzín adquiera importancia estratégica como ciudad al recoger a toda la población de la capital de la cora (provincia): Medina Elvira asentada hasta entonces en las faldas de la Sierra del mismo nombre. Elvira, ciudad abierta que aglutinaba población de cristianos viejos (tardorromanos y godos) y musulmanes venidos de oriente, debido a su desprotección natural, sufría constantes guerras y saqueos, por lo que su población decidió en el año 1009-10 “mudarse” a aquella colina-barrio (ya habitado de yemeníes, sirios y visigodos) que ofrecía, al contrario, facilidad de defensa.
Con la descomposición del Califato y la instalación de los reinos de taifas, el Reino de Granada sería liderado por los ziríes, quienes establecerían en el Albaycin, desde el año 1012, su centro político, económico, militar y religioso. Estos primeros reyes granadinos: Zawi Ben Zirí, Habus y Badis instalarían allí, en la llamada Alcazaba Cadima, su fortaleza, palacio y corte. Vendría más tarde una época convulsa caracterizada por el integrismo religioso de almorávides y almohades, ambos formados de tribus norteafricanas que destronarían a los ziríes, un tiempo éste de tránsito para llegar al Albayzín de los nazaríes.
A principios del siglo XIII, la presión de los ejércitos cristianos (que ya dominaban el reino de Jaén), provocaría una emigración masiva hacia las tierras de Granada que concretamente llenaría esta colina de habitantes de Úbeda y Baeza (bayyasines). De aquí parece proceder el nombre que ya nunca dejaría este barrio-ciudad.
De esta misma presión militar y política, y del desorden reinante de un al Andalus en retroceso, surge el gran guerrero fundador de la dinastía nazarí, Al Hamar, que se instalaría en la Alcazaba Cadima hasta tener lista la remodelación, al otro lado del río Darro, de la Alcazaba Nueva o primera fase de la Alhambra.
Boabdil, el último de los reyes nazaríes, dejaría, al partir de Granada, en el Albayzín, una nutrida población de hasta 30.000 almas, hacedores de todos los oficios y artes que harían irrepetibles esta cultura; una cultura que fue, al mismo tiempo, isla de esplendor de belleza y conocimiento y último episodio del declive de al Andalus. Y sin la realidad de aquel al Andalus, subrayémoslo, sería imposible entender las de Andalucía y España.
El siglo XVI vería, primero, la convivencia con los nuevos cristianos conquistadores, y más tarde, la revuelta de los moriscos oprimidos que supuso, a resultas de los decretos de expulsión, la desertización parcial del barrio. Importantes cambios sufriría su fisonomía a partir de entonces, con la ocupación de casas moriscas por nuevos cristianos y la reestructuración de calles y manzanas para acoger propiedades mayores que tanto caracterizan al barrio, como son los cármenes (casas con huerto normalmente aterrazado) y casas nobles, como nuestro hotel.